Este miércoles 15 de febrero se produjo el triste fallecimiento de Ximo Tormo, un cofrade de los antiguos de la Dolorosa.
Fue portador, clavario y miembro de la Junta Directiva de la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores de Xàtiva. Ximo pertenecía a ese grupo de cofrades que, todavía jóvenes, se echó a la espalda, desde los años 70 del siglo XX, la tarea de dar continuidad a las tradiciones de una cofradía de la Semana Santa Setabense originaria del siglo XVIII y refundada en 1948, hace ahora 75 años. Y se implicó personalmente en la vida de la Cofradía, hasta el punto que toda su familia, su mujer Conchín, camarera de la Virgen, y sus hijos Inma, Ximo y Rosa, cofrades y portadores, hoy continúan con sus familias la tradición de la "Dolorosa".
Recuerdo a Ximo siempre pendiente de la Cofradía, a la que representó bastantes años en la Hermandad de Cofradías de la Semana Santa Setabense, participando activamente en algunas de sus comisiones, como la de las procesiones. Y eso creo que era lo que podría definirlo, la actividad, el empuje y la capacidad para intentar llevar a cabo las cosas. Los días de procesión, haciendo escorzos debajo del anda para preparar el sistema de iluminación, que tantos problemas daba, e intentar que se mantuviera listo las casi tres horas que duraba la procesión del Viernes Santo.
Creo que no me equivoco al considerar que Ximo era de aquellos a los que llaman puntales de una cofradía, de los que tanto se nota su ausencia, y que lo vamos a echar mucho en falta porque las cofradías, en esta época de crisis de valores y de implicación, andan muy necesitadas de personas como él, que contribuyen con su esfuerzo y proactividad a asegurar esta centenaria tradición y ofrecen garantía de futuro.
Pese a que su estado físico no le permitió, en los últimos tiempos, participar como él hubiera querido, ahí estaba, en cada reunión a la que podía asistir, ofreciendo siempre su opinión y su colaboración desde la experiencia de los muchos años vividos en la Cofradía. La cruel pandemia de la COVID-19 y el año anterior de lluvia le privó, a él y a todos nosotros, de ver a su Mare de Déu Dolorosa procesionar durante tres años, pero pudo ser testigo, el año pasado, y ver de nuevo a la Virgen Dolorosa, de mirada desconsolada con su Hijo muerto en su regazo, por las calles de la ciudad antigua de Xàtiva a hombros de sus penitentes portadores, como él lo hiciera hace muchos años. Y por sus ojos emocionados, mientras miraba a la Virgen, que quiso parar a su altura, -hoy lo recuerdo, quizá mejor que aquel día-, entre la gente que miraba pasar la procesión en la calle Portal de Valencia, vi en silencio, bajo las barras y el verduguillo, y supe, que nunca olvidó el privilegio de aquellos años de portador. Lo saludé, le pidió a mi padre una rosa blanca del arreglo floral del anda y al recibirla la besó y miró hacía la Madre, con una plegaria en silencio que sólo Ella y él conocieron, antes de despedirse.
En pocos días, en el 75 aniversario de la refundación, en cuya preparación aun participó ilusionado, la Virgen podrá volver por unos días a la que fue su casa de siempre, la antigua iglesia de San Agustín, en la que tantas veces Ximo estuvo con ella y de la que ayudó a sacar, por el peligro que corría, aquel fatídico enero de 1990, cuando se derrumbó el campanario. Y no tengo ninguna duda que lo estará viendo, contento y satisfecho, al amparo de la Mater Dolorosísima, junto a tantos cofrades, cofradesas, camareras, agustinos y claretianos, que pusieron cada uno y una su grano de arena y su corazón para que la Cofradía Dolorosa de Xàtiva siga perviviendo, de generación en generación.
Gracias Ximo.
Toni Martin, cofrade portador.
Toni Martin, cofrade portador.
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