Viernes de Dolores… en el que las calles y plazas de Xàtiva, a la hora de la procesión de la imagen de clavarios de Nuestra Señora de los Dolores, permanecen mudas, en silencio, vacías por un toque de queda, que sustituye a un toque de cornetas y tambores, los tambores de su antigua Cofradía, que rompían la oscuridad al paso cadencioso de la Virgen, acompañándola en su dolor…Dolor e incertidumbre que aún hoy se percibe, desde las ventanas y balcones de la casas, cuando el sonido de una ambulancia rasga esta noche de luna, como se rasgó el velo del templo aquel Viernes de Pasión.
Repaso crónicas antiguas ya amarillentas, y otras en internet que quedarán tal vez para siempre, a la espera que alguien pulse en el ordenador, el móvil, la tablet o cualquier otro dispositivo la tecla correcta…“Hoy es nuestro día” rezaban…
Y quiero evocar, en este otro año raro y ausente, de otra manera, este Viernes de Dolores en Xàtiva…
El último día del Solemne Septenario, el sorteo del nuevo clavario, la enhorabuena, la alegría y el comienzo de la larga espera del cofrade o cofradesa elegida.
Los preparativos del anda, la Virgen, las flores. La siempre callada y apenada despedida del clavario saliente. La Madre se va de su casa... Emoción, ansiedad y nerviosismo. Ha llegado la Semana Santa, un año más. Ponerse la vesta: túnica blanca, cíngulo azul, capa negra, la medalla de la Virgen. Con pajarita y guantes blancos –Cristo todavía no ha muerto por nosotros en el calendario-.
Avanza la noche, los reencuentros de cofrades, los de cerca, los de lejos. El reparto de los cirios, con la devoción en las miradas de los particulares que no faltan a la cita en otro Viernes de Dolores de la Semana Santa Setabense y que formarán larga hilera, como siempre. Revoloteo de vestas jóvenes alrededor de la imagen montada con sus barras forradas. Expresiones tímidas, acompañadas: “¿se puede llevar?, otras decididas: “La quiero llevar”
Hay ya prisa. La cruz de guía inicia, los tambores rompen, las varas con el escudo de la cofradía recorren la procesión, de delante hacía atrás, de atrás hacia delante y vuelta a empezar. Organizan, con la capa levantada por una suave brisa nocturna de esta naciente primavera, que trae el aroma de azahar de no muy lejanos campos de naranjos. Mandan parar, avanzar, la imagen, al fondo, no debe quedar sola.
La pequeña anda recorre las calles y plazas de Xàtiva como desde hace tantos siglos, primero fue en la tarde noche del Domingo de Ramos, luego en la noche del Lunes Santo, finalmente en el Viernes de Dolores.
Cofradesas jóvenes que preguntan “¿así, bien? “Pesa un poco”. Voces veteranas que acompañan, que contestan: “La imagen va bien, tranquilas. Poco a poco. No hay prisa. Llevamos a la Madre.” Miradas cómplices entre los nuevos portadores. Por fin se cumplió el sueño. El impaciente sueño que parecía que no llegaría cuando ya no tan niñas y niños veían desde la fila avanzar a lo lejos la imagen de la Virgen: “Yo quiero llevar a la Virgen”.
Detrás las abnegadas camareras. Miran, cuidan, quieren, se desvelan por su Virgen. Duelen ya los pies, pero que importa. La Presidencia, cabeza visible de una representación, esfuerzo y dedicación necesarios, nunca suficientemente reconocidos, para que la tradición de siglos no se pierda. El consiliario, la Hermandad… y la música. La música de la banda de la Vella, fiel a su cita. Con marchas procesionales que marcan el paso de la pequeña Dolorosa setabense y que se echarán de menos el Viernes Santo. Emocionan y llegan al alma, dando forma a una bonita oración escrita en sus partituras.
Ya llega la Virgen Dolorosa a la casa del clavario, sus tambores redoblan, le rinden homenaje, lo justo para dejar escuchar los últimos sones del Mater Mea que sobrevuelan el mecido emocionado de la Madre, por sus portadoras. El público llena la calle y aguarda, en silencio. Tal vez la saeta emocionada de la mujer, que hizo una secreta promesa, encoge el alma y el corazón de los presentes. Y entre ellos, la mirada emocionada de la anciana, que se pone en pie, que se santigua al paso del Señor, y aparta el andador sostenida por el brazo de su cuidadora. Da gracias a la Virgen porque la vacunaron y puede estar hoy aquí, como siempre. “La Mare de Déu s’apiade de mosatros” reza. En su cabeza, como todos los años, su marido, que faltó hace ya demasiados años, portador en aquellos primeros años ilusionantes de la refundación de la Cofradía. Hoy su nieta, con su vesta, la mira desde la barra trasera de la imagen, mientras empuja el hombro con fuerza, mientras una lágrima se resiste a caer en su mejilla emocionada...La mujer encuentra su mirada…y sonríe: “La xiqueta…”.Mater Mea, Viernes de Dolores….¿Volveremos?