Nuestra Señora de los Dolores no saldrá hoy. El sentimiento es de impotencia, y de desasosiego. Tal vez hoy, como el año pasado, resulta más duro admitir, muchos días y horas antes de la procesión, que no saldremos. En el año 2019 tampoco pudo ser, pero la incertidumbre de la lluvia dejó un resquicio a la esperanza hasta el último momento. Hoy no. La cruel pandemia que nos azota, desde hace ya meses no ha dejado lugar a la esperanza.
La memoria es a veces frágil. De los recuerdos que conservo cuando la imagen todavía estaba en su sede original, en la antigua iglesia del que fuera convento de los agustinos, no tengo constancia de ninguna suspensión de la procesión por causa de la lluvia. Ya en la iglesia parroquial de la Virgen del Carmen sí recuerdo varias, todas ellas frustrantes para los portadores de la Virgen Dolorosa. Probablemente haya que remontarse a los años previos a la Guerra Civil Española para encontrar un precedente de suspensión por tantos años seguidos de la processó llarga del Divendres Sant en Xàtiva. Nuestra Señora de los Dolores puede que saliera por última vez en 1934. Luego la disgregación de la cofradía, la destrucción de la imagen, el olvido de las pocas antiguas vestas negras barrocas que quedaban,… hasta la refundación en el año 1948.
Pero, hoy, todo eso es historia en los papeles. En este otro triste Viernes Santo, la pena encoge el corazón, traspasado por las siete espadas de dolor, por no poder sacar a la Madre, un año más, por las calles de Xàtiva. Los pensamientos de los cofrades y portadores, que siempre han vivido este día de un modo especial, traicionan a la razón y quisieran entrar en la iglesia y sacar a hombros a la Dolorosa en su Viernes Santo.
Como no volver a sentir ese nerviosismo previo, en los preliminares de la salida hacia la Seu, ya fuera bajo las bóvedas barrocas de San Agustín o la moderna nave de la iglesia del Carmen. Todos los trabajos con la vesta puesta para poner en orden las andas con la Mare de Déu, empujándola hasta la calle. Cada portador y portadora en las barras, atentos a las indicaciones. Los dos golpes, de matraca, o en el anda: atención y levantada al unísono del pesado trono de la Madre Dolorosa, refulgiendo al sol de marzo o abril y ondeando suavemente la toalla de la cruz a la naciente brisa de la primavera con aroma de azahar. Al paso, la madera de las barras y el anda gimiendo en armonía, cabeceando las flores, cimbreando la cruz, vibrando el cristal de los faroles…la Virgen procesionando.
Duele este Viernes Santo. Por nosotros y por los que ya no estarán con nosotros el próximo Viernes Santo, pero estarán ya siempre con la Virgen.
Y a pesar de todo, Ella nos seguirá llamando para dar cumplimiento a este rito secular, a esta oración particular de penitencia, a ponernos nuestra vesta de túnica blanca y capa negra, con el rojo corazón traspasado y rodeado de la corona de espinas, a cubrir el rostro y a no esconder el hombro, comprometidos con una fe y con una tradición que recibimos de nuestros padres y abuelos, y que deberemos entregar a los que nos sucedan. Y así, cada Viernes Santo, hasta que la Madre Dolorosa nos acompañe, al dejar las barras, y nos guie a otro lugar, en la procesión o en la vida, para seguir ayudando a que se cumpla la voluntad de su Hijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario